Puede que nos cueste imaginarlo pero hubo un tiempo en que el Ebro fue navegable y Escatrón se convirtió en centro neurálgico de distribución de mercancías.
El vídeo que mostramos parece querer desmentirnos. El Ebro llega con un caudal tan bajo que hay remontarse muchos años atrás para encontrarlo del mismo modo. Y aunque esa escasez de agua nos sorprenda y nos preocupe, se trata de un fenómeno recurrente a través de nuestra historia. Tanto es así que durante el verano el comercio fluvial se detenía debido al estiaje, la sequía y la escasez de agua.
El Ebro navegable: de Roma a los vikingos y la Edad Media.
De un Ebro navegable y de la importancia en el mundo conocido como ruta comercial, dan cuenta las crónicas del romano Plinio El Viejo: cuentan que el Ebro podía navegarse desde su desembocadura hasta la actual Logroño. Que debió ser así lo confirma la voracidad de los vikingos, capaces de esquivar escuadras moras y cristianas y remontar el río hasta Pamplona para hacer lo que mejor sabían: saquear. Estamos en el año 900.
Un par de siglos más tarde, el primer cronista oficial de Aragón, Jerónimo Zurita, ya ofrece testimonio de la expedición preparada por Alfonso I para llegar desde Zaragoza hasta Tortosa y hacer la guerra a los musulmanes. Los escatroneros de entonces debieron ser testigos del paso de una flota de galeras y balsas pertrechadas para la batalla.
Y es que si hoy el Ebro no es navegable hasta el mismo Cantábrico quizás sea por culpa de la guerra. Tanto les ha gustado guerrear a nuestros mandatarios a lo largo de la historia que las arcas públicas no han dado abasto para pagar espadas, lanzas o balas de cañón. Sólo así se explica que durante la Ilustración, un período fértil para las obras públicas, no pudiera llevarse a cabo el ambicioso plan de unir Deva, en Vizcaya, con Tortosa. Corría el siglo XVIII.
Los años de esplendor
Antes Escatrón había vivido una época de esplendor aprovechando el comercio fluvial que se estableció en el Ebro. Fue entre los siglos XII y XVI. Jaime I dio carácter institucional a la ruta del Ebro creando la Cofradía de Santa María de Predicadores, más conocida como la Cofradía de los Mercaderes que tenían potestad para solventar los problemas que suscitaba la navegación fluvial. Y es que durante la Edad Media se construyeron azudes y canales para facilitar el riego y la producción agrícola que interferían con los objetivos comerciales de los arraeces, que así se llamaba a los capitanes de las embarcaciones que subían y bajaban por el Ebro.
Pasando los años Escatrón, desde la orilla derecha del Ebro, vería pasar Reyes camino de Barcelona, de Valencia o de las Cortes de Tortosa. La capital, Zaragoza, quedaba, así, unida al mar.
El mejor momento para Escatrón tuvo lugar en el siglo XV. El puerto levantado junto a la desembocadura del Río Martín, se convirtió en el centro comercial preferido de ganaderos y comerciantes: desde allí se daba salida a la lana que se esquilaba en el mismo pueblo al ganado que venía de las sierras de Teruel o del mismo Pirineo.
Puede que nos cueste esfuerzo imaginar que el silencio y la quietud de ahora fueron, días atrás, un coro de balidos y cencerros, de voceros arreando a un ganado que levanta una nube de polvo antes de llegar al Puente Romano y encarar el camino que, siguiendo el curso del Río Martín, lleva hasta el puerto fluvial de Escatrón. Con el almudín lleno -en lo que hoy conocemos como El Sulfuro- otros carros se desvían y entran hasta el pueblo para dejar el grano en el Cabildo, almacén que estuvo frente a lo que es hoy el Matadero y junto al camino del Ebro.
Los barcos de vapor
El paso de los años no restó ímpetu a la idea de convertir el Ebro en una vía navegable aún después del fracaso del proyecto ilustrado de unir los dos mares: Mediterráneo y Cantábrico. A mediados del siglo XIX, el trigo demasiado escaso y de caro transporte por carretera, hizo que se retomara la posibilidad de hacer del Ebro un río navegable para barcos de vapor. Todo el trayecto se haría por el río, salvo el tramo entre Quinto y Escatrón que se cubriría por carretera para salvar, así, los constantes desniveles entre una localidad y otra.
De este modo, Escatrón sería principio y final de la ruta de vapores que iban y venían desde Tortosa. Así fue como el primer vapor atracó en el puerto de Escatrón: corría el año 1858. Pese a todo, el dragado del río y la construcción de exclusas para salvar presas y azudes, sirvieron para poco por culpa de la aparición del ferrocarril. La ruta entre Zaragoza y Tortosa cayó en desuso hasta su abandono: el tren se mostraba como la mejor alternativa para el transporte de mercancias… y de personas.
El recuerdo
¿Qué queda en Escatrón de su puerto fluvial? Poco o nada. Y casi todo en la memoria: las citas y fechas que constan en los escritos y las historias orales que nos llegan de antiguo y que nos hablan del Tío “Exclusero”, el encargado de abrir y cerrar la exclusa que debía inundar el “talús” para elevar las embarcaciones por encima de la presa.
Cuando las aguas del río bajan tan escasas como ahora aún pueden verse vestigios de los muros de derivación, la rampa del muelle o el muro donde se ubicaba la bomba de aspiración que, desde los años 20 del siglo pasado y por un tiempo, subía el agua desde el Ebro hasta la Acequia de la Peña.
Como decíamos al principio, puede que cueste imaginar un Escatrón así, pero vale la pena intentarlo. Conocer la historia de los lugares que habitamos nos ayuda a verlos, a entenderlos y hacerlos más nuestros.
Agradecimientos:
Bautista Antorán / Gema Pina
Fuentes bibliográficas:
- Escatrón en el Señorío del Monasterio de Rueda / Bautista Antorán
- Gestión y usos del agua en la cuenca del Ebro en el siglo XX / Vicente Pinilla Navarro
- Lecciones de Historia medieval / Manuel Riu.
Fuentes web:
- Diario El Correo
- Aragón es Así
- Aragón Curioso
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